HOY...
Es el amor el que me da equilibrio, de lo contrario pierdo mi eje...
En todas la etapas, y en todo momento de la vida la mesa familiar
tiene un papel muy importante.
Cuando los hijos se van y forman sus familias, crean sus propias costumbres
diferentes a lo que vivieron en el seno de la familia que los formó.
Los fines de semana eran Sagrados,
como rituales de unión y ceremonia.
No deja de tener un fuerte significado simbólico el comer juntos,
compartir gustos, sabores, texturas, comentarios sobre la comida y pasar de allí,
de una manera natural, a comentarios sobre el día,
sobre la vida, sobre los acontecimientos,sobre el futuro.
El hecho de compartir la comida tiene un gran contenido simbólico.
Lo que comemos se transforma en nosotros.
Ya decían nuestros ancestros que el hombre debe cazar para comer todos los días de mil maneras diferentes.
Somos lo que comemos y al comer juntos, nos volvemos uno,como familia, como grupo humano.
La mesa es también una especie de escuela donde tenemos pequeñas atenciones,
como la colaboración, los buenos gestos, los unos con los otros, donde aprendemos buenos modales, donde practicamos la cortesía, donde aprendemos a ocuparnos los unos de los otros...
sin interés ... sin obligación ...
¿Hablamos de nuestros ideales, de nuestros sueños, de nuestros planes,
de lo que nos importa, de lo que nos gusta, de lo que no nos gusta?
¿O acaso hablamos de temas ajenos a nosotros, de acontecimientos, de personajes,
de lo que vimos en la televisión, de lo que leímos en el periódico,
de cosas que no son la familia ...?
Hay que reconquistar ese territorio perdido que es la mesa familiar.
Hacerla agradable, bella, hacer deseable el compartirla, vivir esa hermosa costumbre de comer los alimentos,de agradecerlos, de compartir las historias,de ponernos atención unos a otros,
de prestarnos pequeños servicios, ¿en pocas palabras?
de ser familia...
NO por decreto sino por AMOR.
Marga® con amor.
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Los niños comienzan por amar a sus padres.
Cuando ya han crecido, los juzgan, y, algunas veces,
hasta los perdonan
Oscar Wilde