Un viejo ermitaño fue invitado en cierta ocasión a ir a la corte del rey más poderoso de su tiempo.
-Yo envidio a los hombres santos,
que se conforman con tan poco –comentó en soberano.
-Yo le envidio a Su Majestad, que se contenta con menos aún que yo.
Yo tengo la música de las esferas celestes, tengo los ríos y las montañas del mundo entero, y tengo la luna y el sol, porque llevo a Dios en mi alma.
Su Majestad, sin embargo,
apenas tiene este reino.
Más veces descubrimos nuestra sabiduría con nuestros disparates que con nuestra ilustración.
Oscar Wilde
Muy bueno el cuento, excelente imagen. Besos
ResponderEliminarDios mio Marga,que bello,me ha puesto el bello de
ResponderEliminarpunta.Besos inmensos de luz para ti y los que amas.